El Ärbol del mundo y del Sueño Esmeralda
9000 años antes de la Primera Guerra
Por muchos años, los elfos nocturnos trabajaron ardorosamente en reconstruir su ancestral hogar. Con sus viviendas, templos y caminos hundidos, construyeron sus nuevos hogares entre los verdes árboles y las sombreadas colinas de las faldas del monte Hyjal, buscando siempre la armonía con la naturaleza. Con el tiempo, los dragones que habían sobrevivido al Ocaso surgieron de sus secretas guaridas.
Alexstrasza la Roja, Ysera la Verde, Malygos el Azul y Nozdormu el Broncíneo descendieron sobre las tranquilas praderas de los druidas y observaron los frutos de los trabajos de los elfos nocturnos. Malfurion, quien con los años se había convertido en un Shan’do (archi-druida) de inmenso poder, recibió a los poderosos dragones y les habló sobre la creación del nuevo Pozo de la Eternidad. Los grandes dragones se vieron alarmados al escuchar las oscuras noticias y especularon que la presencia del Pozo a largo plazo podría motivar el regreso de la Legión. Malfurion y los tres dragones resolvieron hacer un pacto para asegurarse de que los agentes de la Legión Ardiente nunca regresaran al mundo. Los Cuatro Aspectos cedieron parte de su poder para crear un poderoso artefacto llamado Alma de Demonio (Demon Soul), cuyo poder podría controlar infligir daño a la Legión Ardiente en caso de un ataque. Neltharion, sin embargo, no cedió sus energías al Alma de Demonio, por lo que conservó su fuerza intacta y se convirtió en el más poderoso de los dragones. Secretamente, el enloquecido dragón negro hurdía un plan que asolaría nuevamente al mundo…
Alexstrasza, la Protectora de la Vida, plantó una sencilla semilla encantada en el corazón del Pozo de la Eternidad. La semilla, activada por las potentes aguas mágicas, dio vida a un colosal árbol. Las poderosas raíces succionaron las aguas del Pozo, y la verde copa del árbol se abrió hacia los cielos. El inmenso árbol sería para siempre símbolo de la unión de los elfos nocturnos con la Naturaleza, y sus energías sanadoras se extenderían sobre el resto del mundo. Los elfos nocturnos llamaron a su Árbol del Mundo con el nombre de Nordrassil, que significa en su lengua “Corona de los Cielos”.
Nozdormu, El Imperecedero, lanzó un encantamiento sobre el Árbol de Mundo para asegurarse que el inmenso árbol les diera a los elfos nocturnos la seguridad de que nunca envejecerían o padecerían de enfermedad.
Ysera, La Soñadora, también lanzó un encantamiento sobre el Árbol del Mundo, uniéndolo a su propio reino, la dimensión etérea conocida como el Sueño Esmeralda. Este reino es un enorme mundo espiritual que existe únicamente en los sueños. Ysera regularía el flujo de la naturaleza y la evolución del mundo. Los druidas elfos nocturnos, incluido Malfurion mismo, deberían unirse al Sueño junto al Árbol del Mundo. Como parte de este pacto místico, los druidas deberían dormir por los siglos para que sus espíritus recorrieran los infinitos caminos del Sueño Esmeralda. Aunque los druidas fueron advertidos ante el prospecto de perder muchos años de su vida durante la hibernación, se mostraron satisfechos con unirse al sueño de Ysera. Pero el Sueño de Ysera tenía un terrible secreto que, en ese momento, no fue revelado por los dragones…
Los Imperios Trolls y El Alma del Demonio
A pesar del gran conocimiento y el amplio desarrollo de su civilización, los Kaldorei no conocieron hasta muy tardíamente, la existencia de otras culturas inteligentes. Muy hacia el este, en el otro extremo de Kalimdor, mucho tiempo antes del Ocaso del Mundo, otra raza había logrado forjar un inmenso imperio guerrero. Mil años antes de que la raza de los kaldorei naciera existían dos imperios trolls enfrentados: Gurubashi y Amani. Se cree que su origen se encuentra en lo que se conoce como el Valle de Strangletorn, donde impenetrables junglas evitaban el asedio a su ciudad principal y más antigua, Zul’gurub. Los Amani, que constituyeron su imperio en el norte, en lo que después fue Lordaeron, fundaron la gran ciudad de Zul’Aman. También había otro imperio en el norte, Gundrak, pero nunca se ganó la importancia de estas dos. Aunque constituían una misma raza, no se tenían en alta estima, pero estaban unidos para derrotar a unos terribles insectoides llamados Azi'Aqir, cuyo objetivo era destrozar todo aquello que no fuera insecto. Al final tuvieron éxito en su empresa y derrotaron los bastiones de Azjol-Nerub al norte y de Anh'Qirai al sur.
Tras esto unos pocos trolls comenzaron a explorar el mundo y a evolucionar. Se toparon con el Pozo de la Eternidad y lo utilizaron para sus fines... Por eso puede ser que los Kaldorei o elfos nocturnos procedan de los trolls. Los elfos libraron varias guerras con los imperios trolls, hasta que al final lograron expulsarles por completo. Replegados hacia el este, permanecieron ignorantes de las subsecuentes actividades de los elfos hasta que ocurrió la implosión del Pozo. La catástrofe produjo la división del supercontinente de Kalimdor en cuatro grandes islas, por lo que las distintas tribus trolls quedaron definitivamente aisladas.
Los trolls de la jungla adoraban a Hakkar el Devorador de Almas, un sanguinario dios que era seguido de manera absolutamente devota por una parte de ellos, los Atal'ai. Hakkar demandó las almas de los niños trolls para manifestarse en el mundo, por lo que los trolls se dieron cuenta de que era perverso y les conduciría a su propia destrucción, por lo que acordaron renunciar a él, causando la gran ira de Hakkar. Solamente los Atal'ai siguieron fieles al corrupto dios, por lo que los Gurubashi los expulsaron de Strangletorn, y emigraron hacia el Pantano de las Lamentaciones. Divididos por esta decisión, los Gurubashi iniciaron una terrible guerra tribal, donde dos prominentes tribus, Skullsplitter y Darkspear, luchaban por el predominio. Finalmente, cada uno tomó su propio camino y tierras. El poderío y superioridad de los Skullsplitter obligó a los Darkspear a abandonar para siempre el continente, y fueron exiliados a una isla del Gran Mar, la que han habitado desde entonces.
Mientras tanto, los trolls Atal’ai continuaron tratado de invocar a su dios Hakkar. En el tiempo en que los Kaldorei empezaron a reconstruir sus ciudades en el norte del nuevo Kalimdor, los Atal’ai iniciaron una serie de cultos y sacrificios para lograr que Hakkar se materializara en el mundo físico. Ante el inminente peligro que significaba este hecho, Ysera La Soñadora envió a uno de sus hijos preferidos, Eranikus, a advertirles de la nueva e inminente catástrofe. Ante la insistencia de los profetas y brujos Atal’ai de continuar con el ritual, Ysera en persona llegó para combatirlos, y con sus inmensos poderes, hundió la ciudadela de los Atal’ai, formando lo que se llama la Fosa de las Lágrimas. Debido a esto, Hakkar en retribución, utilizó sus inmensos poderes para corromper a Ysera, por lo que los Grandes Aspectos, ante la conmoción que podría producir la pérdida de otro de sus hermanos, la dejaron encerrada para siempre en el etéreo mundo del Sueño Esmeralda. Para estabilizar los continuos poderes de Ysera y evitar que la corrupción acabara con el balance de la vida natural sobre Azeroth, los Grandes Aspectos acordaron con los druidas Kaldorei que ellos penetrarían en el Sueño Esmeralda y serían el soporte de Ysera a través de las generaciones, a cambio de hacer crecer el Arbol del Mundo.
Neltharion, el maligno dragón negro, sin embargo, tenía otros planes para con sus hermanos los Grandes Aspectos. Corrompido profundamente por la terrible fuerza maligna de los poderes de la Legión, Neltharion desarrolló un malvado ardid para convercer a los otros dragones de ceder parte de sus poderes a un artefacto mágico llamado el Alma del Demonio. Hablando a sus hermanos, les dijo que ellos, los dragones, no vivirían por siempre, sino que llegaría el día en que, con su desaparición, las razas mortales dominarían el mundo, y nada las protegería de la Legión Ardiente. En un esfuerzo para pararse para esta época, Neltharion convenció a su hermano Malygos, el Dragón Azul Señor de la Magia, de imbuir sus poderes en el Alma del Demonio, con el objetivo de utilizarlo como arma ante una nueva invasión de la Legión Ardiente. Aunque los dragones alados no estaban muy seguros de confiar en Neltharion, la reciente batalla de Ysera con Hakkar y la Guerra de los Ancestros habían demostrado que sus esfuerzos no habían sido suficientes para contener a las fuerzas malignas. Recordando el encargo de los Titanes, decidieron aceptar la propuesta de Neltharion. Éste, sin embargo, no cedió sus poderes al artefacto. Su objetivo estaba claro: con todos sus poderes intactos, Neltharion se convertiría en el más fuerte de todos los dragones. Rompiendo su promesa, utilizó el Alma de Demonio para destruir a los dragones azules. Malygos quedó solo y sin herencia, por lo que viajó al helado Northrend para refugiarse y creó un gran cementerio para sus hijos, conocido como el Dragonbligth, donde pudieran descansar sus restos. Encargó a uno de sus sirvientes sobrevivientes, el poderoso Sapphiron, de proteger el Dragonblight por todas las edades. Conociendo las malvadas intenciones de Neltharion, Alexstrasza la Protectora de la Vida tómo el Alma de Demonio y la enterró profundamente en las vetustas montañas de Khaz Modan. Neltharion esperó el momento propicio para atacar…
Exilio de los Altos Elfos
7300 años antes de la Primera Guerra
Con el paso de los siglos, la sociedad de los elfos nocturnos creció de nuevo fuertemente y se expandió por el bosque que se llama Ashevale. Muchas de las criaturas y especies que abundaban antes del Gran Ocaso, como los furbolgs y los quilboars, reaparecieron y florecieron sobre la tierra. Bajo el liderazgo benevolente de los druidas, los elfos nocturnos disfrutaron de una era de improcedente paz y tranquilidad bajo las estrellas.
Sin embargo, mucho de los originales Bien Nacidos sobrevivientes vivían intranquilos. Como Illidan antes de ellos, cayeron víctimas de una depresión inmensa por la pérdida de sus poderes mágicos. Se veían constantemente tentados a tomar las energías del Pozo de la Eternidad y caer de nuevo en sus prácticas mágicas. Dath'Remar, el insolente líder de los Bien Nacidos, comenzó a hablar en contra de los druidas, acusándolos de cobardes por rehuir el uso de la magia que él decía les correspondía por derecho. Malfurion y los druidas minimizaron los argumentos de Dath´Remar y previnieron a los Bien Nacidos que cualquier uso de la magia sería castigado con la muerte. En un insolente y peligroso intento de convencer a los druidas de rescindir su ley, Dath´Remar y sus seguidores convocaron una terrible tormenta mágica sobre Ashenvale.
Los druidas no podían arrojarse ellos mismos la culpa de llevar a la muerte a muchos de su propia raza, por lo que decidieron exiliar a los Bien Nacidos de sus tierras. Dath´Remar y sus seguidores, orgullosos de librarse de sus conservadores primos al fin, elaboraron una serie de barcos especiales y se hicieron a la mar. Aunque no sabían que les esperaba más allá de las rugientes aguas del Maelstrom, iban decididos a establecer su propia patria, donde pudieran practicar sus artes mágicas impunemente. Los Bien Nacidos, o Quel´dorei, como Azshara los bautizó en épocas pasadas, llegaron eventualmente a un tierra al este que los humanos llamarían más tarde Lordaeron. Allí fundarían su propio reino mágico, Quel’thalas, y renegarían de los preceptos de los elfos nocturnos sobre la actividad nocturna y los trabajos a la luz de la Luna. Por siempre, abrazarían el Sol y serían conocidos solamente como Altos Elfos.